Él fue él, el extranjero de su alma gemela, la letra con sangre que aprendió a vivir con dolor y sin amnesia.
Ellos fueron los ojos crueles de la humanidad, los sin nombres, los cuales murieron de amor en la bruma de los sueños y, aunque el poema llevaba una lágrima, se negó la amada intangible.
Demencia fue la de él con una crueldad gratuita, pensando en las noches la tregua de su sonrisa.
La pena de amor llegó por el desamor infernal, sin el brillo en sus pupilas, y el hielo de su cuerpo su corazón también lloró.
La soledad de un abrazo negro y blanco, hicieron volar las gaviotas fuera del mar.
Nunca hubo más inviernos, más veranos ni primaveras.
Con una nostalgia común se envolvieron en un oscuro resplandor del pecado, y por la senda equivocada, ríos y selvas se extinguieron por extrañar la humedad de su cuerpo engañado, siendo la venganza su final, de ese gran amor.